La Claudia se acostó con mi marido. Y tiene cara para decírmelo ahora. Y no sólo se acostaron una vez no no no. Tuvieron un hijo, niño que yo crié como mío. Pensaba en mi inocencia que su padre era un hombre cualquiera, no mi marido, no mi marido. El descaro es tan grande, dolor, dolor, dolor.
Ella tiene la culpa de todo, yegua. Las hermanas, Claudia, no hacen eso. Él no tiene culpa, él no tiene mucho que ver.
Mis lágrimas están tan saladas como la vez anterior, y la anterior, que supe de otro de los hijos de mi marido. Pero ni siquiera el resignarme está en mis manos. Dolor, dolor, nada.
-¿Te sirvo once viejo?
domingo, 23 de noviembre de 2014
lunes, 3 de noviembre de 2014
¿Hilitos de plata o lanitas color rojo italiano?
Cuando hablan de que toda la gente está conectada, yo siempre imaginé lanitas de color rojo italiano, uniéndonos, enredadas. El otro día un cantante dijo que el imaginaba hilitos de plata, deben ser muy fínos y estar muy tensos, a diferencia de mis lanitas. De cualquier manera, siempre me ha interesado la forma en que nuestras historias se entrelazas. Cuando vas en una micro, o caminas por la calle, cuánta gente está ahí al mismo tiempo y en el mismo lugar, y se dirigen a lugares muy distintos y siguen con sus vidas. Pero en ese momento, ese pequeño instante, estuvimos todos juntos. Otras historias se entrelazan de manera mucho más compleja. Una palabra, una nota musical, en la misma hora y lugar, y nos entrelazamos en una historia. Es que nuestra lanita nunca se cortó, sólo se enredó, viajó a otro hemisferio, pero siempre vibró, a una frecuencia distinta, y ahora nos juntó a terminar, a continuar una historia. Existen encuentros tan intrascendentes, y otros que dejan una verdadera huella, yo creo que existe belleza en notar cómo es que estos hilitos están entrelazados, estas lanitas están enredadas.
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